29.7.09

¿Por qué alguien trndría que leer esto? (Aristidemo)


Usted siempre poniéndose en boca de todos, poniéndole la boca a todos, boqueando siempre todo, todo. Usted no sabe y sabe actuar, le salen palabritas como humo sale del cigarrillo, como programa radiofónico, y usted modula y eructa y reza según el santo que le acompañe, dice y ríe y asegura tantas cosas de las que no sabe más que el nombre, antes de encontrarse en la cama, pensando, viendo los reflejos de su ventana en el techo, pensando en que le gustaría un día ser como una planta o como un sillón. Sí, como un sillón acompañado de una planta, una flor amarilla, no importa si girasol o tulipán en su florero, así nomás, en un cuarto blanco al que no entrara nadie durante días, con un librero pequeñito y vacío, una lámpara colgante en forma de cono y un zapato gris que al parecer nadie usará jamás. La flor amarilla le enseña que uno nunca es el mismo, aunque no se mueva ni sea útil, aunque no hable o no emprenda, uno es siempre otro, acumulando y perdiendo, cambiando de color. Usted presiente que su compañera será removida pronto del florero, porque aunque se ha marchitado hace ya mucho tiempo, ahora comienza a deshacerse y ya no será una flor sino basura...

¿Cuánto tiempo para que pase usted lo mismo?

Usted es un sillón más bien sencillo, un poco pasado de moda, pero cómodo. Tiene alma de sillón, formada a base de pedos y humedad. Si le dan un buen sopapo le saldrá siempre un poco de polvo, y si le escarban puede que encuentren algo que daban por perdido y les haga sentir bien.

Usted debe contentarse con lo que le ha tocado en suerte, esa casa, ese auto, ese rostro, esa falta de glóbulos rojos. La casa y el auto no le han tocado en suerte, correcto. Pero el rostro, eso que ni qué. El cuerpo, el humor, los sueños y los glóbulos también. Su casa no es fea, es pequeña. Muy. Y su auto no está mal, nomás es viejo. Muy. Usted ya también ha comenzado a envejecer. No es feo, pero es gordo. Eso siempre ha sido un problema. Y le gustan las mujeres grandotas, frondosas, exuberantes; de esas que quieren casas grandes y autos último modelo. A usted se le va toda la plata en atenderse ese problema. Ahí la mala suerte estuvo en haber sido hijo de su padre. Papelina Suárez le decían por lo amarillento que tenía el cuero. Usted sabe que es de por vida, ni modo. No le queda más que contentarse con lo que le tocó. Es listo, le gusta viajar, baila muy bien. No viaja tanto como quiere porque, ya sabemos, el dinero no le alcanza. Pero baila mucho. Casi siempre solo, encerrado en su casa, en la sala, cha cha chá.

Y le da por pensar; lee, escribe. Tiene libretas tapizadas de versos negros, historias verdes, reflexiones azules. Lo curioso es que en medio de sus bajones y desmayos (los glóbulos) es cuando usted recibe o siente o capta esas cosas que luego escribe. Eso es una especie de buena suerte. Quién sabe, un día tal vez pueda dejarnos leer algo de lo suyo. No se preocupe por lo de su auto, es nomás cosa de pintarlo otra vez. Luego lo puede vender.

Y mire, consiga una buena mujer, eso es lo que importa. Una que lo quiera así como es, que le guste bailar y tenga temas para conversar. ¡Jo! No, eso sería demasiada suerte. Que lo quiera nomás. No está en edad de ponerse exigente. Pero si no, véalo así: soltero, no feo, con casita propia y bueno para el baile. Debería divertirse más. Sí, es posible que se desmaye por el esfuerzo. Por eso baila solo, para no asustar a nadie. Es usted muy amable. Muy. Siendo hijo de su padre no salió prepotente ni caprichoso, sino todo lo contrario. Su santa madre lo volvió un inútil pacífico, qué se le va hacer. No, inútil no. Su afición a las flores no es cosa de inútiles. Se requiere paciencia, exactitud, constancia. Y su trabajo de lunes a sábado tampoco es cualquier cosa. Pero no hablemos de su trabajo. Los trabajos son casi siempre temas aburridos. Confórmese con tener uno en estas épocas tan duras. Tómelo con filosofía. Hay tiempos en los que se puede hacer lo que se quiere y hay otros en los que se hace lo que se puede. Este es uno de esos últimos. Nada nuevo.

Nadie muere en la víspera y no hay mal que por bien no venga. Sí, señor.

25.7.09

Casualidad


No sé dónde estás ahora pero sé que un día vamos a encontrarnos. Lo siento aquí en mi pecho cuando las fuerzas me abandonan y me distraigo por meses con alguien más. Es que es muy difícil esperarte en soledad. Es muy difícil no confundirme cuando me hablan de amor.

Pero sé que estás en algún lugar, pensando también en mí. Y que un día nos veremos a los ojos y no tendremos duda alguna. No habrá miedos que nos separen.

Prefiero la casualidad a la causalidad: Por casualidad llegarás a mí sin que yo te busque, por causalidad vendrá alguien que no sabrá quedarse conmigo.

Como el día en el supermercado cuando creí verte escogiendo los tomates. Yo estaba al otro lado, con los mangos. Te miré fijamente esperando que me dijeras algo. Pero entonces me di cuenta de que no eras tu cuando diste la vuelta alejándote. Tú habrías buscado un pretexto para hablarme sin esperar que yo lo hiciera.

A veces te busco la mirada en la calle, en el bus, en los ascensores, en la fila del banco, en el avión o en la sala de espera del consultorio médico. Temo que si no lo hago, tampoco tú me reconozcas.

Recuerdas cuando era pequeña y escribía tu nombre en mi cuaderno de matemáticas para distraerme durante la clase de quebrados. Lo cambié cientos de veces. Supe entonces que sería una larga espera. Mi madre solía decirme que estarías a la vuelta de la esquina, mi padre en cambio me decía que llegarías a mi puerta cuando estuviera lista para amarte.

Ha pasado una vida desde eso. Pero no he dejado de sentir que un día llegarás. Tal vez con una ráfaga de los vientos de agosto, con alguna lluvia de octubre o simplemente con el calorcito de una tarde de sol.

Me verás hermosa aunque me pesen los kilos que me sobran, aunque mi piel se haya descolgado y mis pechos, avergonzados, ya no miren hacia el frente. No necesitarás cambiarme ningún detalle. Ni esperarás a que me vea diferente para estar conmigo. No te quejarás de mis ansiedades y nos reiremos juntos de nuestras torpezas. Me enseñarás a bailar y cuidarás mi sueño cuando pueda conciliarlo.

Sé que eres un buen hombre, que has tenido una vida difícil pero con grandes satisfacciones. Que has cometido errores pero has sabido levantarte una y otra vez. Que en tus momentos de soledad y tristeza tarareas alguna canción.

Te prometo que seré yo misma, esa que ya tú amas en tus sueños. No intentaré ser diferente para complacerte porque te sentirás orgulloso de mí y de mis logros. Te admiraré por eso y por ser el mejor hombre para mí.

Perdóname por haberte confundido ya tantas veces. Siete veces contando la última en la que creí que realmente eras tú. Sentía tantas cosas hermosas. Sentía tanta certeza que cerré los ojos para no ver que no eras tú. Tú jamás me habrías lastimado como él. Jamás habrías tenido tantas dudas y miedos, tantos egoísmos y tanta conformidad. Tú habrías hecho todo para hacerme feliz. El hizo todo para destruir mi amor. Y cuando lo había destruido por completo, cuando mató el ángel azul en el que él mismo me había convertido, abrí de nuevo los ojos y lo supe. Solo me había equivocado otra vez.

Pero ya pasó. Ya se fue y ahora estoy aquí de nuevo pensando en ti. Dejando que mis sueños vuelen a esa casualidad que te traerá a mi vida ahora que ya estoy lista para ti.



6.7.09

Supuestos (Madrobyo)

Otra vez quisiera solo mentirme
y repetirme hasta el cansancio que todo va bien,
que el juego de pelota es el domingo
y que mi equipo no será campeón;
o pretender que todo eso tampoco me importa
o simplemente
dejar de repetir el mismo verso
y la misma frase trillada
en el duodécimo verso del supuesto poema
que se supone no debo escribir más.

O quién sabe, seguramente esto lo escribió
cualquier poeta mediocre,
cualquier burócrata de medio tiempo, aburrido
y sin el sentido mínimo de la poesía.
Sucesión de hechos cotidianos:
levantarse a las seis y preguntarse el porqué,
caminar por la calle y resumirse el futuro,
dormitar en la oficina
y hallar la respuesta correcta a tanta vaguedad.

A la noche regresaré entre el barullo
y con el ansía de final de película triste,
caminaré entre la gente y los rostros blancos,
las manchas en el suelo
y el olor a rancio de mi pelo…
Eso suele ser así.

Y la respuesta que no viene,
el silencio que repite una y otra vez mis nombres,
el taladro penetrando mis entrañas.
Algo hay también de otras cosas,
porque también sueño con un perro y una casita blanca,
un hombre y una sombrilla en día de lluvia,
un pensamiento furtivo que se vaya con el viento…
Eso otras veces mientras no sea necesario vivir.
A veces también me permito deshilarme contracturas
y respiraciones sin las manos al volante,
viendo los árboles pasar y el show empezando a terminar,

Porque eso es siempre todo,
una película mal filmada, un libro inservible
y un guión con tinta corrida;
porque a eso va todo, a un mal final
y una repetición viciosa de la misma tonada infinita.

2.7.09

OBITUARIO DE UN ANGEL AZUL


Alguna vez
fui un Ángel Azul
hasta que alguien
me cortó las alas
con dos palabras
nacidas
de sus más profundos miedos.

Con toda su sevicia
y un placer morboso
brillando en su mirada,
levantó una daga
dejándola caer
hasta perforar mi alma
por la espalda
como el amante cobarde
que siente vergüenza de sí mismo
sin mirarme a los ojos
dejando rodar dos lágrimas
y con un falso arrepentimiento
temblando al borde de sus labios.

Entonces fui
por un brevísimo instante
una gran perra
que miró cara a cara el odio
que no era otra cosa
que todo mi amor
a la inversa;
ese dolor aciago
que trae a cuestas
la mentira
y fue tan oscuro
que no podía ver nada más,
pero aún podía escuchar…

el bisbiseo del rayo verde
la voz del viento y la montaña,
el rumor de la lluvia al amanecer,
la melodía del ruiseñor en el ocaso
el arrullo del canto de mi padre
el susurro del amor de mi madre

y recordé entonces
que sabía volar
y extendí mis nuevas alas
como el Ave Fénix
muy lejos de vos.
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