Si recordar es vivir
¿Qué pasa cuando empiezas a olvidar?
¿Será, entonces,
que comienzas a morir un poco?
(Cobardía No. 67, Serie “Huellas y Cobardías”, C. Posada, Abril de 2003)
Ménage à trois
- ¿En qué piensas?
- En nada…
Ella recostó la cabeza sobre el pecho de Felipe, creyendo que al hacerlo podría espantar aquellas imágenes.
Felipe no estaba seguro de querer continuar la conversación.
- ¿En nada? No te creo – Aseguró a pesar de las mil razones que tenía para no seguir.
- Está bien que no lo hagas. Sólo deja que se vaya. Algún día se irá.
- No se irá hasta que tú no decidas dejarlo ir. Lo sabes, lo se. Y él, mi amor, él también lo sabe.
- Algún día se irá… ¡Te lo prometo!
La tele anunciaba una bebida: “…Amar es no prometerse nada para cumplirlo todo…”.
Ella no lo amaba ni lo amaría. Acababa de prometer algo que con certeza no podría cumplir. Felipe se levantó insatisfecho y comenzó a vestirse.
- ¿Te vas?
- Si, no me gustan los ménage à trois.
Ella se incorporó y desvió la mirada hacia la ventana.
- Es como un niño grande de 8 años. – dijo lentamente con la mirada perdida en el recuerdo – La primera vez que amanecí en su cama quise hacerle el desayuno. Le pregunté cuántos huevos quería y respondió que 4. ¡Cuatro huevos! ¿Puedes creerlo? ¿Quién desayuna con 4 huevos? Pero yo no lo conocía, y creí que era en serio. Me aparecí 15 minutos después con un Te, pan caliente y cuatro huevos en una bandejita que encontré sobre el extractor. Se rió de mí. Pero se comió todo y se despidió con un beso…
- ¡No hagas esto! ¡No quiero que sigas haciendo esto!
- Le gusta mucho el ron – ignoró ella – y los mojitos con hojas de romero. La música y la bulla de las barras de fútbol. Le gustan más las barras que el fútbol. Sus hijos son lo mejor de él. Ella tiene 18 años. Es hermosa y está enamorada. El tiene 11 años y juega ajedrez. Es el chico más bello que he conocido, además de cariñoso e inteligente.
- ¡No sigas, por favor!
- Le gustan los tallarines en todas sus formas y la carne, mucha carne. De res y de cerdo. Fuma pipa, a veces. Le regalé picadura de Brandy y olía delicioso. “…Parece un film de Carlitos Chaplín…” cantaba por las mañanas. Olía delicioso en las mañanas… y en las tardes… y en las noches.
- Te estás haciendo daño…
- Tiene una plancha antigua en su biblioteca, y papeles por montones. Duerme con la tele encendida y ronca muy fuerte cuando está boca arriba. A veces se levanta a comer a la madrugada y le gusta el jugo de banano con leche. Le gusta la leche. – Su mirada continuaba ausente ahora empañada por las lágrimas – ¿Entiendes? Le gusta la leche. ¿Sabes? Yo no soporto la leche. Pero lo amaba. Y él no sabía que lo amaba. No lo creyó. Y su olor se me quedó pegado. ¿Entiendes?
- No entiendo lo que haces.
- Le gusta el cine. Y caminar por las calles mirando las casas bonitas del barrio. Tratando de no sentir tristeza, tratando de encontrar un destello que rescate la fe. Caminamos y caminamos, vimos casas hermosas. Pero no encontró lo que buscaba y yo solo pude callar. Escapé de ahí. ¿Entiendes? Escapé y cuando volví ya solo quedaba un momento de locura e incongruencia. Una última cogida de caliente no más. Y después de eso ya solo le quedó la rabia y el desprecio. Me sacó de su cama y de su vida. Pero yo no. ¿Entiendes? ¡Yo no!
- No puedes amar a alguien que ya se fue aunque tú insistas en amar sus recuerdos.
- Prefiero amar sus recuerdos que no amar nada. Que olvidar y no sentir nada.
Felipe terminó de vestirse y la miró con toda la ternura que tenía para ella. Pero ella seguía con la mirada vacía, extraviada en el tiempo y la distancia, alejada del hoy, ausente de sí misma. No buscaba ninguna respuesta. Ya ni siquiera le quedaban preguntas.
Ya no le quedaba más que el recuerdo para mantenerse viva.