En la ciudad del pecado
Cuando me recuerdes
no traigas a tu mente
el azul de mi mirada,
prefiero que dibujes
la transparencia
que encontraste en ella.
Cuando pienses en mi
no hagas remembranzas
sobre la blancura de mi piel
prefiero que honres
la pureza con la que me entregaba,
la inocencia con la que me creí tuya.
Cuando me extrañes
no añores mi risa cálida
ni mi voz contándote historias;
evoca más bien la promesa de amor
que alguna vez te hice
a oscuras en aquel rincón
cuando me creí feliz
porque no sabía de tus engaños.
Cuando ya no me sientas
en el viento y la lluvia,
en la luna y las estrellas,
en el árbol del bosque,
en aquellos diamantes de sol
que entre las ramas se dibujaban.
Cuando tu mano busque la mía
y no te sostenga,
cuando tu mirada recorra estas calles
y no me encuentres,
cuando tu boca se seque de besos extraños,
cuando tu sexo se haga trizas,
cuando tu soledad y vacío te asfixien,
entenderás entonces
que por tu alma perdida
en la ciudad del pecado
mi amor ha muerto.
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