9.1.08

El título se lo ponés vos.

Quise escribirte algo cursi. Algo que de lo dulce te haga doler la pancita, de lo acaramelado te empalague y de lo ridículo te avergüence. Eso mientras encuentras tu cuaderno en el desorden de tu casa.

Quise empezarlo por ejemplo con esa frase de “No te vayas, corazoncito” que jamás imaginé leer de ti. Traté de recordar todas las cosas cursis que he escrito antes y parece que se esfumaron. Intenté reconstruir esos momentos en los que los amantes embelesados nos ofrecen una gala extravagante de cursilerías redactadas con el peor de los estilos: la erección. Y la pantalla se me quedó en blanco tantas veces que me asusté creyendo que es verdad que para ser cursi hay que haber amado y que en realidad nunca amé.

A lo largo del día y en varias oportunidades escribí frases grandilocuentes de las que salen de la cabeza y no del corazón o del alma, de las que se escriben con tinta y pluma pero sin sangre.

No podría pretender un refinamiento excesivo o sentimientos elevados al escribirte una carta que dista mucho de ser de amor, lo que me preguntaba era por qué no decirte a vos lo que quiero decirle a él. Y ese “No te vayas, corazoncito” comenzaría a tener un mejor sentido cuando lo acompañara de un “yo solo quiero que me sigas queriendo como cuando todavía me querías” para terminar cagándomelo si te dijera que “me robaste el corazón con el verde profundo de tus ojos y el fuego de tus besos”.

Entonces tendría que dejar de lado la cursilería porque vos no tenés los ojos verdes y jamás me has besado. El si.

Quiero buscarte en el mismo bar donde nos encontramos anoche. Para volver a escuchar mi risa tonta haciendo eco en medio de las cuatro paredes vacías de mi habitación y hacer un esfuerzo por sentirme menos ridícula al saber que te gustó encontrarme anoche, en ese bar al que nunca habías ido y contarte que el código de los paréntesis se me queda atascado entre el rubor inesperado y la conciencia de que no existís. El sí, pero ya no me quiere como me quiso cuando todavía me quería.




Dedicado a un tipo que conocí la otra noche en un bar de esos raros donde nada es lo que parece y nadie es capaz de ser quien es. Salvo cuando te hacen reir aún a la mañana siguiente

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

el título podría ser:

tres copas de más y un hombre y una sonrisa!

saludos!

4:56 a. m.  
Blogger Wenl said...

Holas doña Carmen!
Me vine a pasear por aquí también, y de verdad que cuesta sacar la cursilería, cuando no se ha amado... ya será entoncs...

Saludos!

10:11 p. m.  

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