7.9.07

Monologo de la quietud


(El párpado con vida propia se movió un poco permitiendo que un rabillo de luz entrara hasta la neurona más recóndita del tálamo)

- ¿Qué hora…? No alcanzo a ver - Silencio interior – La puta alarma. El maricón que se inventó las alarmas de los autos no dormía jamás. Ni caso. Ya no voy a dormirme otra vez. Me quedo aquí hasta que se me reviente la vejiga y le toque a la vieja lavar las sábanas. ¿Qué pensará? Que no hay plata para más problemas, que está cansada, que quiere algo mejor… ¡Que, que, queeeeé! Pero llega todos los días sonriendo y silbando canciones como si con eso maquillara su mirada de siglos y la ancianidad con la que me asume. La mataría con dos tiros uno al corazón y el otro a la cabeza. ¿Quién morirá primero? Si el corazón y la cabeza no son uno mismo. No saben nada. No tienen idea de nada. ¿Dónde está el maldito reloj? Tal vez aún no sea tarde. Uno, dos, tres, cuatro, cinco… seiscientos veintinueve, seiscientos treinta… mil doscientos cuarenta y tres, mil doscientos cuarenta y cuatro… cinco mil ciento doce, cinco mil ciento trece… - se detiene la alarma – ¿Qué? ¡Maldita sea! Perdí la cuenta. Hace días llegué a diez mil y pico. ¿Cuánto era? Diez mil novecientos ochenta y siete. Pero no se vale empezar de ahí. Siempre hay que volver a uno. Como cuando pisas raya o dejas caer la piedra. Mejor aguanto la respiración para que me de taquicardia y venga alguien. Así podré mear tranquilo. El reloj estaba en esa pared ayer. O anteayer… ¡No sé! Pero estaba en esa pared. Aunque ese cuadro no estaba ahí. Ni tampoco la mesita ni las flores. Las flores amarillas son deprimentes. Parecen sucias y viejas. El reloj era agradable. Parecía un gato sonriente a las ocho y veinte. Las manecillas estaban medio torcidas. No tenía segundero ni cucú. Era silencioso, como los buenos amigos. Seguramente ya me hice encima. La vieja va a hacer como si nada. Como si fuera lo más natural del mundo, va a decir que el tráfico estaba pesado, que la lluvia demoró la ruta. Dirá cientos de cosas mientras recoge las sábanas. Espero que me devuelva el reloj. – Suenan las bisagras de la puerta al abrirse – ¡Es ella! La pobre vieja. Debió cumplir 40 en este mes. No me acordé. Las flores debieron ser para ella, pero rojas o blancas, no amarillas. La mataría por venir todos los días. Dos tiros, no uno. A la cabeza y al corazón. Para ir seguro. No como ella que apuntó sólo a la cabeza y me dejó vivo el corazón.

(El párpado con vida propia se cerró mientras la mujer silbaba y cantaba recogiendo las sábanas. Cuando el silencio reinó de nuevo, el párpado con vida propia se abrió para que la luz entrara otra vez hasta la última neurona funcional del tálamo)

- ¡Ahí está! Me trajo de vuelta el reloj. Y la ventana. Y mi pared.

2 Comments:

Blogger Kaury Ramos said...

Heyyyy!!! No conocía tu blog. Me gusta, me gusta, es un poco dark, pero me gusta. Hay que ponerle música... periódico de ayer forever!
Besos
K.

5:12 p. m.  
Blogger Sidel Zeissig said...

Es genial guapa.

En serio, cuando lo lei me quedé sin poder respirar.

Hay que tener arte, oye!!

Besitos.

8:16 a. m.  

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